sábado, 21 de marzo de 2009

Cacería

Estaba sentada esperando, viendo cómo se chorreaba el tiempo mientras yo no hacía nada. En ese preciso instante creí entender perfectamente por qué Dalí pintó relojes derritiéndose.

De pronto, un pequeño minuto salió de la nada. A penas me dio tiempo de verlo y quise atraparlo, pero se aventó por la ventana y desapareció. Me quedé inmóvil, esperando a que saliera otro. Lo hizo, pero también se me escapó.

"No es posible que no puedas tomar aunque sea uno" me dije enojada. Después de todo, los minutos no son tan rápidos como los segundos.

Esperé, muy concentrada, con los ojos bien abiertos y los sentidos alertas. En cuanto vi el tercero, me abalancé sobre él. Creo que alcancé a tocar la parte de atrás de su pequeña chaqueta verde, pero se me fue. Ni siquiera le pude ver la cara.

Lo intenté infinidad de veces, ya ni recuerdo cuántas fueron. Cuando por fin llegaron a recogerme, me sobresalté.

"¿Tan pronto?"

Pues claro. El tiempo no se escurre cuando uno se pone a cazar los minutos.

3 comentarios:

  1. Ah, escurridizos minutos... creí que el problema era mi lentitud, pero al parecer sí son rápidos... más de lo que parecen. Sí, yo también me he pasado tardes tratando de atrapar minutos, sólo que yo he sido un poco más ambiciosa: Incluso he intentado regresarlos al reloj.

    ResponderEliminar
  2. terminará gustándome vivir engañada, si todas las mentiras son así de... plásticas?
    me encantó.
    milo, ni al mentir pierdes las metáforas inteligentes.

    ResponderEliminar
  3. Jajaja, gracias. Soy una buena mentirosa post-moderna ;)

    ResponderEliminar