martes, 14 de abril de 2009

El memorio

Un memorio caminaba con paso elegante por una calle concurrida. Aunque su altura rebasaba un poco la estatura promedio, nadie parecía notar su presencia. En la mano derecha sostenía un paraguas negro, que a pesar de los remiendos era muy útil para protegerlo de los pensamientos de los transeúntes. Las palabras brotaban de todas partes: se evaporaban de sus cabezas, salían en tropel de sus bocas, chocaban unas con otras, se atropellaban, se devoraban entre ellas, algunas incluso bailaban una especie de tango argumentativo en el espacio abierto de la calle, justo por debajo de los cables de luz. La mayor parte terminaba amontonada contra las paredes o pisoteada por cientos de zapatos de oficinistas apurados. Algunas formaban charcos en la banqueta. En medio de todo este desorden, el memorio permanecía imperturbable. Las palabras no lo alcanzaban. Las frases se deslizaban por la superficie de su paraguas y caían delicadamente, formando una cortina de murmullos a su alrededor. Y dentro de ella, el memorio caminaba ausente, perdido en un abismo de recuerdos.

2 comentarios:

  1. Pero, ¿cómo tiene recuerdos los memorios si no dejan que nada entre?

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  2. el memorio quería un globo azul
    para volar el cielo
    perdidamente...

    quizás...

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